SECTION THREE
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COLUMN
EIGHTY-THREE,
JANUARY 15, 2003
(Copyright © 2003 The Blacklisted Journalist)
LA MUJER AP?CRIFA
Mar?a Magdalena no puede
llorar. Est? ah?, sola, frente a la tumba vac?a. El aire se le va, como si su
cuerpo fuera un reloj de arena, y no logra recordar ni una palabra. Su vida est?
en blanco: acaba de ver con vida a Jes's, acaba de darle un "ltimo beso. Quiz's
nunca se lo crean, es cierto, pero Dios sabe que eso es lo que acaba de ocurrir:
Jes's ha vuelto, en cuerpo y alma, de entre los muertos: ha fallecido en la
cruz, ha descendido al infierno y ha vuelto a ella, intacto, con una noticia que
ninguno de los dos habr?a podido enfrentar hace unas semanas: despu's de todo,
s? era el hijo de Dios. El mundo, en verdad, comienza todas los d?as.
No, no puede llorar. Toda la
vida se ha sentido sola. No logra recordar la cara de su madre. Cuando era ni?a
le ped?a en voz alta a Dios que los siete demonios jam's se le aparecieran, y
su padre, conmovido, le explicaba que las plegarias de las mujeres no sal?an,
nunca, de la habitaci?n. Cuando cumpli? catorce a?os, resignada a perder la
batalla, su cuerpo comenz? a actuar sin consultarle y las voces de todos los
hombres del mundo empezaron a atormentarla por las noches. Sus hermanos, Marta,
la amargada, y L?zaro, el perezoso, la encontraron una tarde en la cama, sin
ropa, sentada junto al cuerpo de un desconocido y mirando con nostalgia al sol
de la ventana. Entonces, cuando su padre le abri? a gritos y patadas la puerta
de salida, y su amante de ese tiempo le lanz? a la cara una moneda, supo que se
hab?a convertido en prostituta.
Ah?, frente a la tumba de
Jes's, Mar?a Magdalena descubre que jam's se ha sentido mal por haber sido
una puta. No, no se arrepiente. Su cuerpo se lo ped?a, eso era todo. Se hac?a
tarde y cerraba los ojos y entonces, mientras el hombre o la mujer de turno
buscaban consuelo sobre ella, el aire se le iba y su mente se quedaba en blanco
y as?, de la nada, un fantasma le tomaba la mano y le promet?a que alg?n d?a
iba a salvarla del mundo. No, no era un demonio: diecisiete a?os despu's,
cuando iban a apedrearla por inducir a un buen vecino al adulterio, lo vio cara
a cara. Pensaba que iba a morir, estaba dispuesta. Pero este hombre, Jes's, que
viv?a atormentado por las mismas voces y no le ten?a miedo a las mujeres, se
puso frente a ella y les grit?, a todos los que la rodeaban, "el que est?
libre de pecado, que lance la primera piedra".
Lanzaron dos o tres piedras,
claro, porque hab?a dos o tres se?ores libres de pecado, pero las heridas
cerraron muy pronto. Ella y Jes's se reconocieron de inmediato y ese mismo d?a
se salvaron, el uno al otro, con un beso: eran los dos marginales, los dos que
jam's se hab?an planteado, porque era obvio, que ni siquiera el siervo m's
torpe es inferior a su se?or. "l le present? a sus disc?pulos, le cont? su
aprendizaje y las voces y los hechos de su vida y, en el insomnio de todas las
noches, le confes?, en su cuerpo, que morir?a en unos d?as y hab?a nacido
para traerle el presente al mundo. Nada m's, nada menos. El reino de Dios
estaba ah?, en ese momento, en el horizonte que queda dentro de todos los seres
de la tierra: "el reino de Dios?, le dijo, "es el monstruo de todas las
cabezas".
Mar?a Magdalena no pudo
dormir. No esa noche. "l, por primera vez en muchos a?os, so?aba. Y se ve?a
tan fr?gil, tan indefenso, tan triste, que era f?cil perdonarlo por haber
aparecido con diecisiete a?os de retraso. Desde la ma?ana siguiente, ante la
mirada confundida de los once disc?pulos de Jes's, decidieron no separarse
nunca m's. Mar?a Magdalena estuvo con "l cuando consigui? la resurrecci?n
de L?zaro y cuando atendi? los reclamos y las enrevesadas preguntas de Marta,
y fue la "nica que estuvo presente el d?a en que el ciego recobr? la vista en
las aguas de Silo". Consol? a Judas cuando en privado el maestro le pidi? que
lo traicionara y le explic? que deb?a cumplir aquel destino, a toda costa y en
contra de su conciencia, porque s?lo su tragedia le devolver?a el presente al
mundo. El "ltimo jueves se sent? al lado de Jes's, en la casa de Sim?n, y le
ech? alabastro en la cabeza y le lav? los pies a su amado, como a un ni?o, y
lo anim? a que se los lavara, uno por uno, a sus once disc?pulos.
Y as? fue. Pedro, avergonzado por el olor, le dijo a su maestro "jam's me lavar's los pies?, y
'Y Judas, atado por dentro, esper? su trozo de pan con los ojos cerrados'
como Jes's le contest?
'si no te los lavare, no tendr's parte conmigo?, se encogi? de hombros y
aprovech? para decirle 'se?or, entonces no s?lo los pies, sino tambi?n, si
no es molestia, las manos y la cabeza". Horas m's tarde se sentaron a la mesa
y, cuando Jes's dijo "en verdad les digo que uno de ustedes me entregar??,
ella, Mar?a Magdalena, entendi? que terminaba el segundo acto de la tragedia y
se le recost? en el pecho, frente a todos, para pronunciar la frase que "l le
hab?a escrito en la mente. 'se?or, "qui?n es??, le pregunt". Y Judas,
atado por dentro, esper? su trozo de pan con los ojos cerrados.
Y el viernes lo crucificaron.
Y ah?, en la cruz, le pidi? a ella, a Mar?a Magdalena, que cuidara a su madre,
la otra Mar?a, y que escribiera la historia porque su nombre significaba "la
se?ora de la torre? y ella era, en efecto, la reina de su castillo, la due?a
de sus palabras y la voz de Dios. Mar?a Magdalena no quiso llorar. Oy? las
conversaciones que su Jes's sostuvo con Dimas y Gestas, los dos ladrones que
crucificaron a su lado, y quiso pedirle que no dijera ni una palabra m's. Lo
vio negar a Dios, el padre, y lo vio morir, y supo que su sangre, como el agua,
era transparente. Porque todos estaban consternados, paralizados por el dolor,
le rog? a Poncio Pilato que le devolviera el cad?ver, y lo faj? y lo perfum?
y lo llev? al sepulcro del huerto.
Ahora es domingo. Est? ah?,
sola, frente a la tumba vac?a, y trata de entender lo que acaba de pasarle.
Cuando lleg? a ese lugar, alguien hab?a movido la piedra del sepulcro y se hab?an
llevado el cuerpo de su amado. Pens? en llamar a los disc?pulos, para
contarles lo que hab?a visto, pero en ese momento apareci? Jes's, en cuerpo y
alma, y, despu's de decirle que la adoraba, le pidi? que lo tocara, porque hab?a
descendido al mismo Infierno de Pen?lope y Ulises, y ellos le hab?an dado la
noticia de que "l era, en verdad, el hijo de Dios. La bes? y le sonri?, como
el fantasma que siempre hab?a sido, y avanz? en su camino para pedirles a los
ap'stoles que la oyeran a ella, a Mar?a Magdalena, y le dieran al mundo la
buena noticia. Ella, claro, prefiri? quedarse quieta. Y s?, ah? est? ahora.
No llora, no, pero no
entiende de qu? puede servirle que aquel hombre haya sufrido, si ella sufre
ahora. No comprende por qu? "l se empe?? en entreg?rsele a un mundo lleno
de cr?menes y delitos menores que son capaces de resistir un diluvio de
cuarenta d?as y cuarenta noches. No comprende por qu? ten?a que dejarla sola.
No le interesa hacer parte de la historia ni llevar su palabra a ning?n lugar
del mundo. Dar?a lo que fuera, eso s?, para verlo dormir. Quiere o?r su voz y
levantarse a su lado y caminar con "l, despacio, hacia el mercado. No se
imagina que pronto, en un par de d?as, Pedro y los dem's la buscar?n y le
preguntar?n c?mo era el maestro y qu? le dijo a ella, en secreto, la noche de
la "ltima cena.
Predicar? con ellos, viajar?
y olvidar? por completo su cuerpo. Ayunar? y cerrar? los ojos para o?r su
propia respiraci?n. Se ir? de Jerusal?n porque "una mujer no puede ser un
ap'stol? y viajar? a las Galias con Maximio, un joven dispuesto a dar la
vida por Dios y por ella, y entonces, a bordo de una nave gigantesca, en medio
del oc?ano, escribir? el cuarto evangelio de la Biblia y, consciente de lo
poco que la quieren los seguidores de Pedro, lo firmar? como "El Disc?pulo
Amado". No servir? para nada: cuando tengan el texto en sus manos, m's de un
siglo despu's, los miembros del cristianismo apost?lico borrar?n su extra?a
introducci?n (?mientras la Gracia me excita por elevarme a la Esfera, m's me
abate lo profundo al peso de mis miserias?) y se inventar?n que el verdadero
autor es Juan de Zebedeo.
Los imperios se suceder?n.
Y en el siglo XII, en V?zelay, encontrar?n los restos de su cuerpo. Y, en el
esp?ritu de la reforma de la Iglesia, gracias a la labor de abates tan ilustres
como Geoffroi de Vend?me, el justo, y Hildebert de Lavardin, el fornicador, se
le llamar? Santa Mar?a Magdalena. El 22 de julio ser? su d?a desde ese siglo
en adelante. Los monjes del siglo XII, preocupados por la promiscuidad y la
locura del pueblo, dispuestos a controlar la vida de todos los hombres, pondr?n
a Mar?a Magdalena como el ejemplo de la mujer arrodillada, arrepentida, d?bil,
amorosa, servicial, temerosa y llena de l?grimas. S?, as? ser?: Eva perder?
el para'so, la Virgen lo recuperar? y Mar?a Magdalena, en medio de las dos,
nos recordar? a todos que si se es mujer, y no se es monja, viuda o esposa, lo
"nico que se puede hacer es pedir perd?n porque se est? arrastrando a los
hombres, asexuados o casados, a la perdici?n.
Ser? un ejemplo. Eudes,
abate de Cluny, la llamar? "la mujer p?blica arrepentida?; San Agust?n
dir? que fue "ap'stol de ap'stoles?; Abelardo, el de Eloisa, descubrir?
en su nombre que las plegarias de las mujeres valen tanto como las de los
hombres. Diez siglos despu's, en diciembre de 1945, un campesino, Muhammad Al?
al-Samm?n, encontrar? en Nag Hammadi, en Egipto, una biblioteca perdida que
les confirmar?, a los gn'sticos, que es cierto que desde siempre han le?do
una versi?n censurada de la historia: seg?n los evangelios ap?crifos de Tom's
y Felipe, libros secretos que encontrar?n en la biblioteca perdida y que la
iglesia apost?lica se negar? a aceptar como verdaderos, Mar?a Magdalena
escribi? el cuarto evangelio y era "la compa?era del Se?or".
"Cristo la quiso mucho m's
que a todos los disc?pulos?, dir? el evangelio seg?n Tom's, "y sol?a
besarla en el cuerpo y en la boca. Y los otros disc?pulos se sent?an celosos y
ofendidos y le preguntaban: "por qu? la quieres m's que a nosotros? Y el
Salvador les respond?a: la pregunta es "por qu? no los quiero a ustedes tanto
como a ella? y la respuesta es que un ciego y un hombre que ve son iguales en la
oscuridad pero diferentes en la luz? y ellos asent?an, y se miraban
consternados, pero no le entend?an nada a su maestro. S?, as? ser". Georges Duby, Susan Haskins, Claudia Seltzer y el c?lebre Reverendo
Raymond E. Brown rescatar?n su figura en sus libros y la convertir?n en el
verdadero mito de Occidente: la Mar?a secreta, la mujer ap?crifa que quiso
compartir un cuerpo y una respiraci?n y fund? una religi?n en el proceso.
As? ser". Todo eso ocurrir". Todo un mundo comenzar? en ella. Pero
no, a ella no le importa. No, ahora no. Ahora est? ah?, sola, frente a
la tumba vac?a: se ha quedado atrapada en el presente. ##
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